Fernando Salazar Paredes
Fuente: EL DEBER
La evaluación del desempeño de embajadores extranjeros destacados en Bolivia es un tema que la mayoría de los ‘internacionalistas’ locales no se atreven a tocar. Los más prefieren ejercer el papel de cortesanos con las consecuentes invitaciones a ágapes diplomáticos y, por ahí, quizás, un viajecito pagado por la misión diplomática.
La costumbre revela que, independientemente de la calidad del desempeño de los embajadores, estos, al finalizar su misión, casi de rutina, son condecorados ex gratia con la máxima condecoración: el Cóndor de los Andes.
Hacer un seguimiento académico de su labor es tarea interesante para el estudioso de las relaciones internacionales. A los embajadores estadounidenses hay que escudriñarlos aparte.
Por ahora solo diremos que uno fue correteado por la dictadura de García Meza, teniendo que huir del país. Se lo condecoró años después.
Los europeos son una curiosa mixtura, difícil de aquilatar. Salvo España, cuyos jefes de misión siempre se destacan, algunos de ellos no son embajadores, sino funcionarios de menor rango que, por venir a Bolivia (‘hardship post’), ostentan el rango transitoriamente y después de su entrenamiento en el país, quizás los confirmen. Los hay, no obstante, algunos muy buenos.
Los de países limítrofes son de por sí importantes. Hubo buenos y algunos malos. Brasil siempre manda profesionales de primera. Stelio Amarante, por ejemplo, fue sobresaliente. Paraguay, que curiosamente ahora no designa embajador en Bolivia, tuvo a Julia Belilla, de grata recordación en círculos intelectuales; Perú recientemente tuvo, por poco tiempo, pero con gran efectividad, a José Rodríguez Cuadros, que apocó de tal forma al cónsul chileno (también embajador) que este aún no sabe qué le pasó; lo cierto es que la confianza mutua se esfumó.
No olvido Argentina. Hasta hace ocho años tuvimos de todo; diplomáticos prontos a jubilarse y alguna que más parecía militante activa del partido del presidente boliviano. Hubo uno que no llegó a durar un mes, pero que lo aprovechó para promocionar su libro; todos fueron condecorados.
Hasta que llegó Horacio Antonio Macedo, abogado y político del norte argentino, primera vez incursionando en las lides diplomáticas y las cosas cambiaron… para bien.
Juan Domingo Perón solía decir que la única verdad es la realidad. La verdad es que, en general, muy pocos embajadores en Bolivia en los últimos 50 años han cumplido a cabalidad su rol como lo ha hecho el embajador Horacio Antonio Macedo. Casi todos, sin embargo, han sido condecorados.
Macedo es, en lo personal, un hombre sencillo, cálido y afable. En su escala de valores, la familia y los amigos tienen un sitio preponderante. Sin presumir, es una persona muy culta a la que le gustan los libros, la poesía, el buen vino y los caballos de paso.
En lo profesional, equilibrado y discreto. Como abogado, diestro en el derecho, evitando siempre la confrontación directa, sin temer, empero, lo causídico. Como político, un hombre de convicciones, dispuesto siempre a dar la cara por sus ideales. Como diplomático, suave, perspicaz, persuasivo, eficaz y eficiente.
Acaba de ser condecorado con la medalla Marcelo Quiroga Santa Cruz y, muy pronto, será acreedor al Cóndor de los Andes. Ambos reconocimientos trascienden el mero acto protocolar y rutinario. Son, en este caso específico, un justo y merecido reconocimiento a un embajador que ha sabido ejercer sus funciones muy por encima de lo que se espera de los embajadores profesionales. Qué bueno sería que las carreras diplomáticas de nuestros países pudiesen contar con más Horacios Macedo.
Surge, sin embargo, una inquietud. El nuevo embajador que venga tendrá una tarea muy difícil por delante. Esto siempre ocurre cuando se sigue a alguien de mucha talla. De ahí la enseñanza de los japoneses: no sigas los pasos de tus antecesores, busca lo que ellos buscaron.
Horacio Antonio Macedo, desde su primer día en Bolivia, buscó mejorar las relaciones argentino-bolivianas. Lo consiguió plenamente para el bien de dos pueblos hermanos.
* Abogado e internacionalista
http://www.eldeber.com.bo/2011/2011-11-06/vernotacolumnistas.php?id=111105211723
Fuente: EL DEBER
La evaluación del desempeño de embajadores extranjeros destacados en Bolivia es un tema que la mayoría de los ‘internacionalistas’ locales no se atreven a tocar. Los más prefieren ejercer el papel de cortesanos con las consecuentes invitaciones a ágapes diplomáticos y, por ahí, quizás, un viajecito pagado por la misión diplomática.
La costumbre revela que, independientemente de la calidad del desempeño de los embajadores, estos, al finalizar su misión, casi de rutina, son condecorados ex gratia con la máxima condecoración: el Cóndor de los Andes.
Hacer un seguimiento académico de su labor es tarea interesante para el estudioso de las relaciones internacionales. A los embajadores estadounidenses hay que escudriñarlos aparte.
Por ahora solo diremos que uno fue correteado por la dictadura de García Meza, teniendo que huir del país. Se lo condecoró años después.
Los europeos son una curiosa mixtura, difícil de aquilatar. Salvo España, cuyos jefes de misión siempre se destacan, algunos de ellos no son embajadores, sino funcionarios de menor rango que, por venir a Bolivia (‘hardship post’), ostentan el rango transitoriamente y después de su entrenamiento en el país, quizás los confirmen. Los hay, no obstante, algunos muy buenos.
Los de países limítrofes son de por sí importantes. Hubo buenos y algunos malos. Brasil siempre manda profesionales de primera. Stelio Amarante, por ejemplo, fue sobresaliente. Paraguay, que curiosamente ahora no designa embajador en Bolivia, tuvo a Julia Belilla, de grata recordación en círculos intelectuales; Perú recientemente tuvo, por poco tiempo, pero con gran efectividad, a José Rodríguez Cuadros, que apocó de tal forma al cónsul chileno (también embajador) que este aún no sabe qué le pasó; lo cierto es que la confianza mutua se esfumó.
No olvido Argentina. Hasta hace ocho años tuvimos de todo; diplomáticos prontos a jubilarse y alguna que más parecía militante activa del partido del presidente boliviano. Hubo uno que no llegó a durar un mes, pero que lo aprovechó para promocionar su libro; todos fueron condecorados.
Hasta que llegó Horacio Antonio Macedo, abogado y político del norte argentino, primera vez incursionando en las lides diplomáticas y las cosas cambiaron… para bien.
Juan Domingo Perón solía decir que la única verdad es la realidad. La verdad es que, en general, muy pocos embajadores en Bolivia en los últimos 50 años han cumplido a cabalidad su rol como lo ha hecho el embajador Horacio Antonio Macedo. Casi todos, sin embargo, han sido condecorados.
Macedo es, en lo personal, un hombre sencillo, cálido y afable. En su escala de valores, la familia y los amigos tienen un sitio preponderante. Sin presumir, es una persona muy culta a la que le gustan los libros, la poesía, el buen vino y los caballos de paso.
En lo profesional, equilibrado y discreto. Como abogado, diestro en el derecho, evitando siempre la confrontación directa, sin temer, empero, lo causídico. Como político, un hombre de convicciones, dispuesto siempre a dar la cara por sus ideales. Como diplomático, suave, perspicaz, persuasivo, eficaz y eficiente.
Acaba de ser condecorado con la medalla Marcelo Quiroga Santa Cruz y, muy pronto, será acreedor al Cóndor de los Andes. Ambos reconocimientos trascienden el mero acto protocolar y rutinario. Son, en este caso específico, un justo y merecido reconocimiento a un embajador que ha sabido ejercer sus funciones muy por encima de lo que se espera de los embajadores profesionales. Qué bueno sería que las carreras diplomáticas de nuestros países pudiesen contar con más Horacios Macedo.
Surge, sin embargo, una inquietud. El nuevo embajador que venga tendrá una tarea muy difícil por delante. Esto siempre ocurre cuando se sigue a alguien de mucha talla. De ahí la enseñanza de los japoneses: no sigas los pasos de tus antecesores, busca lo que ellos buscaron.
Horacio Antonio Macedo, desde su primer día en Bolivia, buscó mejorar las relaciones argentino-bolivianas. Lo consiguió plenamente para el bien de dos pueblos hermanos.
* Abogado e internacionalista
http://www.eldeber.com.bo/2011/2011-11-06/vernotacolumnistas.php?id=111105211723